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miércoles, 12 de enero de 2011

El CAOS FUNDADOR



Esporádicamente he sido consumidor de algunos libros de ciencia. Por mi casa corrían algunos libros sobre la teoría de la relatividad. Creo que leí alguna cosa de estas pero sin entender casi nada. También tragué una biografía de Einstein pero hablaba más bien de sus valores. De todas formas siempre me gustó la física...un poco, no crean. Pero me parecía interesante que se pudieran medir así los fenómenos. Aún recuerdo las problemas de coches, con los vectores y todo aquello.

Lo que más he leído de esto es la divulgación de este hombre tan particular: Stephen Hawking. Hace poco volví a visitarlo a través de una breve historia del universo. La verdad es que lo mío son las ciencias sociales, no me gusta pensar demasiado tiempo en el Universo, el big-bang y todo esto. No obstante reconozca que debe ser fascinante aunque también muy aterrador. No obstante, y esto sí entraría más en la esfera de mis intereses, me gusta sacar conclusiones filosóficas de los descubrimientos espaciales.

Después de todo, como creo que dije recientemente, la física y la filosofía modernas nacieron el mismo día cuando los presocráticos se preguntaron por el principio de todo lo real y inventaron teorías varias.

Una de las enseñanzas que nos trae la historia del universo es que el caos y el orden tienen una relación muy estrecha. De todas formas la mitología de nuestros abuelos, los pueblos del antiguo oriente próximo, ya nos mostraba esta verdad con toda claridad sin necesidad de telescopias ultrasónicos y omnipotentes.

Estos días vivo mi pequeña ración de caos fundador. Y es que cambian toda la instalación eléctrica de mi nuevo piso. Me he mudado al Eixample, al lado de la monumental. Pero sobre esto ya hablaremos otro día.

Esta semana estamos observando como la quasi siempre imperceptible instalación eléctrica necesita para ser (re)fundada de fuego, cables, tubos, polvo, tornillos grapas y horas y horas. El piso parece la guerra y los muebles blanquecinos son movidos de una lado a otro. No obstante, en dos días, todo el remolino se habrá calmado. Y quedará el orden. Un orden que, si lo cuidamos, puede durar mucho.

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