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jueves, 1 de diciembre de 2011

LOS BOTONES Y LA MEMORIA



Como en un sueño imaginé que nos decía mi profesor de sector audiovisual, el cine europeo sigue siendo demasiado nacional. Hace ya alguna semana que otra fui a ver "La guerra de los botones". Alrededor de un grupillo de escolares de tierna edad, en aquellas clases de la postguerra en que se mezclaban edades, se va construyendo una historia ambientada en la Francia rural.

Ya al principio del film se nos muestra como el señor-mariscal Petain preside el aula. Algún niño comenta que no entiende porque no se canta el himno patriótico-fascista cada día sino que se hace solo los Lunes. El maestro le da una explicación cualquiera. Pronto vemos como el grupo de niños protagonistas está enfrentado con los de otro pueblo...esta otra villa se distingue de la nuestra por ser colaboracionista. Por ella se pasean los malditos alemanes que ha ocupado el sacro suelo galo. Otros ingredientes sirven para dar colorido a la poción de obelix: una niña guapa judía que se esconde de las leyes raciales y llega al pueblo bajo nombre falso, un bueno-para-nada, un tonto del pueblo que ahora ha tomado el mando por haberse vuelto autoridad colaboracionista, un romance intermitente entre la guapa modista que alberga a la niña huyente, algunas escenas graciosas,etc.

Uno de los protaginistas principales(main caracters)tiene una mala relación con su padre al que reprocha haberse quedado haciendo de agricultor sin defender Francia. Al maestro también le reprocha la modista su pasividad ante los atropellos fascinerosos...pero poco a poco vamos descubriendo que todos están en la "resistance". El chico se reconcilia con su padre, el amor entre la modista y el maestro se empieza a arreglar y finalmente los dos pueblos desunidos por su posición ante el ocupante colaboran para que la niña judía pueda escapar al crematorio de turno. Francia finalmente nunca se rindió...en esta ruralia hipotética, guardiana de la esencia patria, tan fichteana como antialemana, la verdad impera. ¡Qué contento estaría el general Charles!.

Y es que mediante esta historia algo ingenua, llena de miradas tiernas y sonrisas, donde todo el botín de guerra se reduce a unos ridículos botones, lava un pueblo herido su orgullo. Pero claro los libros dicen que Francia se rindió en dos días y que si no fuera porque los rusos son numerosos y sufridos y sobre todo por el tío Sam y sus intervenciones-milagro, posiblemente aún veríamos saludos hitlerianos en el suelo del país vecino.

En definitiva otro film nacional, sutil y esquemático, que nos recuerda una vez más que el cine continúa construyendo memoria, identidad colectiva y que lo sigue haciendo dejando de lado los hipotéticos destinos comunes de una Europa que aún no existe. ¿Si hay tanta coproducción porque no se hace coconstrucción identitaria?. Pero claro, mejor miramos primero si mantenemos nuestra monedita, que, después de todo, es la que paga el programa MEDIA. Habrá que esperar...

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