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miércoles, 21 de diciembre de 2011

EMPALABRANDO BARCELONA

Volvemos a la que es una de nuestras casas en Barcelona, el CCCB. Ramoneda, en la que es posiblemente su última presentación(ya le han hecho la fiesta de “comiat”)nos trae al antropólogo Lluís Duch que parece que centra sus investigaciones en el asunto de la palabra. Con un titulo como “La banalización del lenguaje” está claro que atraería mi atención. Llegamos algo tarde y subimos de nuevo a la bella sala mirador, donde ya estuvimos con los turcos y con otros amigos. La conferencia ha comenzado y no hay sitio para sentarse. Me acomodo en el suelo y cuelgo la chaqueta. Poco a poco intento internarme en el discurso. Es más sencillo concentrarse en las palabras no banalizadas de Duch ya que no le veo la cara. El maestro nos define como Homo locuens. La violencia es el no lenguaje por excelencia, es la negación de la comunión de la comunicación, es el fracaso de la civilización, del logos, de la palabra. El ser humano, el ciudadano, es un ser de la palabra, que se hace sin parar preguntas y trata de responderlas. No obstante, hemos de tener claro que el hombre no solo se comunica con palabras, tiene a su disposición muchas otras formas de expresión. Eso sí, siempre se mueve entre el mito y el logos, entre la imagen y la palabra. ¿Por qué la palabra es tan vital?. Solo ella puede servir para traducir. Este es un concepto clave…la palabra traduce no únicamente lenguas sino fundamentalmente es aquello que permite pasar de la interioridad a la exterioridad, tanto a nivel individual(yo te hablo y te digo como me siento)como a nivel colectivo(yo traduzco el inglés y sé cómo se piensa y se siente el otro). La palabra es también fundamental para la configuración de una ética compartida: sirve para aceptar y formular responsabilidades, para crear hábitos. Sin embargo la palabra está en crisis. Todo nuestro sistema tecnoeconómico ha demostrado ser mentira, ha abusado de palabras inciertas, falsas en definitiva. Perdida la palabra credibilidad la sociedad se reciente, cede la confianza. Salud y palabra son dos caras de la misma moneda. La realidad debe “empalabrarse” para hacerse habitable y precisamente la crisis la “despalabra”, hiera la credibilidad de lo dicho y lleva a la violencia, que es, como dijomos, la negación del logos, la vuelta a la animalidad. La palabra, que había creado cosmos donde había caos, cae, se ve degradada, cede y deja a la vista la naturaleza desnuda y su terrible verdad. Por lo tanto, cuando se fragiliza el logos se crece el caos. La palabra que creaba la casa del hombre, un mundo donde se podía vivir, sufre. El consumismo y los medios abusan de la palabra, la usan para la proposición de compra, para alagar al consumidor, para fomentar el hedonismo. Lejos de fomentar la verdadera comunicación los medios nos Inundan con palabrería, con palabra vacía, con datos insustanciales. En suma, no construyen comunidad. En las comunidades primitivas la evolución era más lenta, se aceptaba más la palabra antigua, que se veneraba. Ahora fallan los mecanismo de transmisión de las palabras, de la comunidad. Entran en crisis la familia, la escuela, el Estado. Las palabras, como los productos, son cada vez más ligeras y fugaces y por ello pierden sentido. Solo las palabras pesadas, verdaderas, producen confianza y solo la confianza constante, permanente, produce sentido social y vidas coherentes. Lo importante, en verdad, no es solo la palabra, es la palabra respaldada por la acción. El uso de la palabra en sociedad debe estar respaldado por una actitud verdadera. Solo así construiremos comunidad y no banalizaremos el lenguaje. Ya en la tertulia tomamos algunos apuntes más: se ha perdido la autolimitación, la noción de la necesidad del silencio. Las gramáticas del consumo, que sirven al principio del placer y lo inmediato, lo llenan todo. Estamos en la sociedad del ruido donde cada vez nos comunicamos más y nos escuchamos menos. Como leía hoy en un texto titulado “from analog to digital” el problema se plantea de forma diáfana: “the trouble is that although we talk incessantly, we don’t talk with each other”. La charla se acaba, el personal se despide. Bajamos apresurados al ground floor pensando que quizás no veremos mucho más a Josep. Ha estado bien, vayamos ahora al bar. *Añadido posterior: había olvidado una idea que me llamó la atención. Según Duch hoy en día el tipo humano dominante es el “integrado asocial”. En tiempos de privatización y neoliberalismo, esta categoría de homo sapiens de adapta como puede; evidentemente sus palabras contendrán poco verdad y la acción social que las acompañe carecerá de fuste. Sobre nuestro particular ponente: Lluís Duch i Álvarez (Barcelona, 1936) és un monjo del Monestir de Montserrat i antropòleg.[1] El 1961 ingressà al monestir i el 1973 es doctorà en teologia per la Universitat de Tubinga; se'l considera un especialista en història de la cultura occidental. Professor de fenomenologia de la religió als instituts de teologia de Montserrat, Manresa i Tarragona i professor a la Universitat Autònoma de Barcelona. El 2011 va rebre la Creu de Sant Jordi i li va ser dedicat el llibre d'homenatge Emparaular el món. El pensament antropològic de Lluís Duch.

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