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miércoles, 14 de marzo de 2012

MEDITACIÓN DE LA TÉCNICA: VISITA AL TALLER

De nuevo es Lunes.A las 7'22h trato de arrancar el coche pero este no responde.Me digijo al tren...a la vuelta llamo al de la grua que con las consabidas pinzas me enciende el vehículo. Me planto de esta forma en el taller. Allí me atiende rápida y amablemente. No obstante, el señor gruero me ha advertido que el alternador(este tipo de palabras solo las escucho en ocasiones como esta)funciona perfectamente y que me he de negar a cambiarlo en el caso de que así me lo indiquen los del taller, que en estas cosas hay que estar muy vivo para que no se la pegen a uno. Finalmente el diagnóstico es claro: la batería ha muerto, ha de remplazarse. Me llama la atención poderosamente una característica del proceso. Los trabajadores se esmeran en dejar claro que será la máquina la que dictaminará si el recambio es necesario. Me muestran como el aparatejo en cuestión, tras entrar en contacto con mi batería, desprende un papel que dice algo así como "error, a reemplazar". No obstante, evidentemente, yo, una persona, debo dar mi consentimiento para que se realice la operación. ¿Y quién ha fabricado la máquina que mide lo que tiene que medirse?...los hombres se esconden tras la decisión inexorable, telúrica, del ser-máquina(de nuevo me vienen a la cabeza dos películas muy vistas por mi este año, "Metrópolis" de Fritz Lang y "Tiempos modernos" de Chaplin). Otro caso que da que pensar en el mismo sentido: hace unos cuatro días el número 622 de mi exoperador Yoigo me llama sin parar, más de ocho veces al día. En la madrugada, por la tarde, a las doce de la noche. Además si descuelgo nadie dice nada. El sistema, según me confirma la sufrida y pétrea atención al cliente, se ha vuelto loco y miles de clientes estan siendo bombardeados con llamadas inútiles y molestas. Estan tratando arreglar la incidencia, me comentan. Parece ser que nadie puede con esta especie de Hall 9000 del siglo XXI porque hoy tengo ya tres llamadas nuevas. ¿El frío silicio del 622 se siente solo y segrega llamadas esporádicas e indistintas a troche y moche?. Todas estas meditaciones me recuerdan aquella queja que hacía en otro post anterior. En cierto banco alicantino quebrado me dijero o dijeron a otro cliente que no podían hacer nada para resolver su problema porque "el sistema" no les dejaba. De nuevo declinamos toda responsabilidad cuando no deja de existir una verdad radical tras toda esta farsa: las máquinas son programadas por nosotros y las podemos desprogramas. Son las personas las que generan estos protocolos inútiles y farragosos que nos hacen la vida imposible.¿O acaso la bomba atómica del Enola gay fue producto de una tecnología atómica incontrolada?. De eso nada...la técnica puede fallar, desgovernarse,etc. Pero el responsable último de su creación y uso es el ser humano. Que no nos vengan con patrañas. Y ahí queda el hombre taciturno e inconsistente, quizás confundido por su alto grado de imbricación con la máquina. Ya casi no puede distinguirse a si mismo de sus prótesis manufacturadas.Queda por leer, por cierto el texto de Ortega.

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