Amanece un nuevo día. Llevo unos cuantos aquí pero me siento como a mitad de todo. El viaje ni acaba de comenzar ni acaba de terminar.Esa cierta irrealidad de las etapas intermedias, del gris, es lo que recuerdo si pienso en aquellos días. Me dirijo al barrio de Ometosando, conocido como los campos elíseos de Tokyo. Para mi nada nuevo...algún parque, un templo y una revuelta para acabar en la calle comercial con sus louis vouitones de siempre. Algunas cosas curiosas: un restaurante donde preparan todo tipo de platos con huevo hace furor. Una brigada de limpieza recorre la avenida con chalecos verdes. Avanzo. Encuentro un escuela y un club de jazz. Camino sin rumbo fijo y vuelvo a caer en Shibuya. Allá cojo en tren para roponggi. Pero no iré directamente sino a través de un cementerio(oayama) que sale en la guía. Con algunas revueltas lo encuentro y lo cruzo; nada muy distinto a nuestro cementerios. siguiendo me topo con una base americana que me recuerda toda la historia de la tutela de este país tras WWII. Paso por museo de arte importante(national art center tokio) y sigo al famoso cruce de roppongi/ropponggi/roopiingig.
Lo alcanzo y me propongo recorrer sus cuatro direcciones porque la guía dice que hay cosas interesantes. Como muy bien en un restaurante alemán. Patatas con buena salsa...vuelvo al cruce. Tras encontrar el cavern club de tokio me digo que volveré una noche. Descubro uno de mis lugares favoritos roponggi hills, un gran centro comercial que es todo un rascacielos. Voy a un starbrucks exclusivo y por fin encuentro una película en inglés "here and after". Saco las entradas y hago tiempo en una librería cercana donde compro "the japanese mind", pensando ya en el verano. Salgo de la película, estoy cansado ya. Se termina un nuevo día...y se me va de las manos.
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