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sábado, 17 de septiembre de 2011

EL TURISTA PERMANENTE



Por aquí andamos, un fin de semana en Barcelona. Mi temporada tenística se ha reabierto y claro, después de demasiado tiempo si hacer deporte, ha hecho estragos en mi espalda. No obstante trato de dar una vuelta. El born me cae a tiro de piedra esta año y quiero buscar unos libros. También me paso por el museo disseny Hub y veo una muy mediocre pseudoexposición sobre la relación compleja hombre-máquina en el siglo XXI. Interesante tema que de haber sido mejor abordado por nuestros hoy anfitriones habría merecido un post.

Pero esta entrada quiere ser breve y tratar una actitud. Una ciudad es un sistema. Ya insistí en este enfoque, en este modo de ver las cosas. Y aunque aquel corto y biologicista ensayo marxista de Henri Laborit "L'homme et la villet"(1971)fuera simplista y débil, esta percepción es compartida por casi todos.

Una ciudad es una construcción dinámica, hecha por los seres humanos. Los enmarca y modifica. El hombre hace la cosa y la cosa acaba haciendo al hombre. Lo bueno de las grandes o semigrandes ciudades es que siempre tienen algo más que ofrecer. Pueden esconder algún secreto nuevo, inaugurar un espacio prometedor, segregar un importante ciclo de conferencias, abrir una nueva librería, remodelar un parque, ofrecer una novedosa placita oculta con historia incluida. Y Barcelona, con sus museos, tiendas, restaurantes, cines, teatros, cafés, centros culturales, barrios y gentes siempre da la oportunidad de ser revivida. Y esta es la filosofía de vida que conviene a aquel que busca sin cesar, arrastrándose por calles y avenidas, aquello que aún no existe. Al decir esto me vienen a la mente frases que recogí en diversas fotografías en el museo de la ciencia en japón: "I only I could fly like a bird. What do we need to make our wishes come true?.Creativity".

Las ciudades como Barcelona son el lugar donde el hombre está más cerca de tocar sus sueños. Sin embargo, no olvidemos que esto tiene un precio. Todas las urbes tienen su cara obscura. Estos días leo las aventuras de Onofre en "La ciudad de los prodigios" de Eduardo Mendoza. ¿Cuántos Onofre bajaron de los montes y áridos campos de España buscando en Barcelona alguna venturosa mejora a su insoportable destino?. Y ellos fueron los que construyeron las grandes obras de la burguesía catalana, las exposiciones del 1888 y el 1929 y la Barcelona del 92. La ciudad es gente, gente y más gente. Y con la gente, con la hipergente viene los peligros del barraquismo, la marginación, la pobreza, las revueltas del hambre, los motines de las quintas...en definitiva en la ciudad vemos el más enorme fracaso y el más alto acierto de las sociedades. Debajo del Arco de Triunfo duerme un vagabundo. Y es que también leía en aquel museo nipón lo siguiente: "Nature has always had more force than edutation". Voltaire dixit.

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