domingo, 18 de marzo de 2012
DARSE A LA LECTURA
Querría hoy hacer una reseña de una joya que cayó en mis manos. Como muchos otros libros accedí a el a través de mi portal de referencia para todo: elpais.com. Se trata de un texto del exministro y exrector, que no exfilósofo, Ángel Gabilondo, hermano del muy conocido periodista Iñaki Gabilondo. La editorial RBA he sabdio además darle una materialidad al contenido muy adecuada. Es un libro fino, transparente, con una magnífica portada. Vemos en ella a un hombre de mediana edad que lee mientras llueve. El mundo fiero, amenazante, no consigue evitar que, bajo un paraguas oportuno y protector, el ser humano lea, comprenda, se cultive. Paso ahora a resumir las ideas que a mi modo de ver son más relevantes. Leer es estar insatisfecho, encontrarse incómodo en el mundo y, consecuentemente, buscar. Leer exige saber detenerse, leer es un contratiempo más no por ello cesa la acción. Leer no es ser cobarde, estar inactivo, esconderse tras las palabras. Leer es perderse y querer encontrarse. Me ha llamado mucho la atención también otra sentencia del libro: no se comprende lo leído si no se escribe sobre ello después. En el vídeo que les propondré al final el escritor lo deja claro: los márgenes son muy importantes. Incluso pide por favor unos amplios espacios en blanco que permitan que la lectura sea complementada con la escritura. Es curioso, esto es lo que vengo yo haciendo hace años sin que nadie me lo dijera. Cuando leemos hacemos una relectura propia que libera las posibilidades ocultas, no manifiestas del texto. El que lee, nos dice Gabilondo, puede muy fácilmente caer en el descuido de escribir. Cuando leo lo hago con todas las palabras que leí. Los libros que me hice míos con tiempo, perserverancia y esfuerzo me acompañan por doquier, me cambian. Y cambiándome me transformo y me esfuerzo por mutar el mundo. Yo nunca leo sin mi lapiz, nunca leo sin escribir, sin anotar, sin interpretar. Ya lo decía Platón y nos lo repite Gabilondo: cuando uno se demora en la lectura, como por arte de magia, surge algo otro, el mundo se reinventa y renace en nuestra interacción con el texto. Y así se produce la creación de lo novedosa, el alumbramiento de aquello que no existía. No podemos evitar aquí recordar la mayeútica de Sócrates, que con su uso del texto oral, ayudaba a los demás a dar a luz la verdad, el conocimiento de lo oculto. La lectura nos diverge, nos diversifica, nos divierte, nos desdobla, multiplicando así las potencialidades del cosmos. ¿Pero no es la lectura ficción?, ¿no es acaso una actividad propia de diletantes?. Pues no, radicalmente no. El ser humano es el ser ficcional por antonomasia. Creo recordar algún texto de Schelling sepultado en mi memoria donde explicaba como el juego es la clave para entender al ser humano. ¿Cómo se entiende si no un partido de fútbol, por ejemplo?. ¿Realmente pasa algo cuando el balón golpea la red?. El gol, amigos, no es más que una ilusión creada por una imaginación compartida. Como ya comentamos en este blog de la mano de Fontcuberta y Umberto Eco, las relaciones entre la verdad y la ficción son problemáticas y fantásticas. Es por todo esto que la lectura cobra una importancia vital, esencial. En la lectura, muy especialmente en la nocturna como bien asevera Gabilondo, nos disfrazamos, nos enajenamos. Caída la noche el mundo real no existe, se ha bajado su telón. Este es el momento especial en el que, mediantes las palabras, pasamos a ser otros. Todo gesto lector contiene este fondo este carácter nocturno. La noche es el espacio de lo desconocido, quizás de las tinieblas, pero es a la vez el momento de consultar con la almoada, de tomar decisiones. Una vertiente más merece ser destacada. Aprender a comprender al otro es, según Gabilondo,el saber supremo. Y es en la lectura donde se entrena más esta capacidad. La palabra no banalizada, la palabra justa, que hace lo que dice y dice lo que hace, es lo único que permite la convivencia, la Civitas, la comunidad. Es en la palabra donde se hace patente aquella sentencia tan recordada de Aristóteles de Estagira: el hombre es un ser político. Pero cuidado, no solo produce el hombre experiencias letradas, empalabradas, como podría decir el amigo LLuís Duch. Cuando la palabra cesa, cuando los libros cayan, cuando ya nada se ditiene, viene la incompresión y la guerra, la violencia en definitiva. Y esto también es humano. Hace tiempo que me llamó la atención el gesto de los estudiantes valencianos recientemente reprimidos por la policía. Llevaban los jóvenes libros. Aquí tenemos diáfana la dicotomía: la porra contra la letra, la palabra contra la acción violente. Debo finalizar trayendo aquí las que para mi son las citas más destacadas de "Darse a la lectura". Dicen así: "Escribir es leer un libro que no está escrito" y "Leer es escribir en el alma". Aquí tienen también el vídeo prometido: http://www.youtube.com/watch?v=cSE4zfXvRS8. No se lo pierdan. Gracias Ángel.
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