Llego con mucho tiempo de antelación. Ya me ocurrió una vez...me indican que dé una vuelta, que me haga un café o que repase por ahí un poco. Lo mismo le dicen a los otros que van llegando a mirar la sala donde realizarán la prueba. Nadie hace caso. El papel dice que hay que llegar 30min antes y todos subimos rápidamente a tomar posiciones. Son demasiados años de exámenes, de malentendidos, de trucos.
Aquí todos hemos pagado matrícula y el clima de coordialidad aparente esconde una instrumentalización mutua: nosotros queremos el título y ellos sólo quieren dárselo a unos cuantos. Solo así se puede mantener la atracción, el secreto. Si el centro del laberinto fuera fácilmente accesible desaparecería el misterio.Siempre tiene que haber muertos, cadáveres, gente que se queda por el camino,y que, perdidos, vagan antes de morir de inanición entre aquellas paredes eternas, envueltos en una locura, en una irrealidad que para algunos será definitiva.
Pero yo quería hablar del clima. La gente se va sentado...lo más repasan, alguno dormita. Uno me hace apartar mi carpeta para sentarse e instantes depués se va. Otros también vienen y van, parecen ajenos al temor general. Vamos a ser evaluados. Esperaba ver más chicas, suelen ser mayoría. También hecho a faltar al típico de 50 y pico que destaca entre los tuentis y 30 y pocos.
Los minutos van pasando y se va presitiendo la aparición del profesor.¿Qué les convierte en profesores?. ¿Quizás el sobre que llevan con los exámenes?...¿sus conocimientos?. No, no lo creo, en ese día no. Cada profesor va abriendo sus aulas y todos van entrando. Unos raudos en la búsqueda del mejor sitio, otros parsiminiosos como ovejas en el matadera. Pronto este instante fugaz, tan pre, se desvanecerá.
Quedaremos solos frente al papel y nos concretaremos para sacar algo de nosotros...comezó el examen.
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