Domingo por la tarde, nada que hacer. Ayer no fui a casi
ningún sitio y hace 21 grados y sol, demasiado buen día para dar una vuelta. ¿A
dónde, con quién?. Daremos una vuelta por el pueblo. Nos dirigimos revistar el
mundo intrigante de Bayona, barrio de cuevas de Crevillent.
Salgo de mi calle y subo por el colegio Primo de Ribera
hasta la cuesta Molina y me inserto, pasando el bar Julio, en Bayona. Mundo
habitado por gitanos y gente mayor, estructurado entorno a edificaciones en cueva mezcladas con modernas
viviendas de una o dos plantas. Tranquilidad y animales: gallos, gallinas,
perro y gatos por doquier. Es como vivir en el campo. Por aquí uno camina a
menudo entre piedras, en un sube y baja continuo por rampas y escaleras. Ropa
tendida en la calle, juguetes de niños por cualquier lado. La gente pasea perro
y, aunque no conozcan a este Labordeta local particular, a este Geertz que
lleva cabo en su propia localidad una
observación participante, saludan con educación. Partidas de cartas en la calle
Sierra, señoras fregantes, señores sesentones con gayato hablando de naves,
deudas e instalaciones eléctricas. Al lado de los bungalows de mi amigo Juanmi
descubro una plaza nueva, la del compositor y director de corales Ramón Mas.
Vuelvo y reculo, más gatos, más piedras, más gallinas y huertos urbanos. Huela
algo a campo hay plantas que crecen en las aceras. Se ve al fondo el mar, la
vega baja, el paraje natural del hondo.
Un mundo que parece antiguo, detenido en el tiempo,
adormilado y cerrado, indómito y desconocido. Potajes y mujeres que van a misa,
formas de pensar que creíamos extinguidas, coches sobrecargados de cajas de
cartón y bidones de agua vacíos. Bajo tras uno hora y pico de nuevo a la
civilización por paseo Abrets y carrer purísima. Que bello edificio la sede
central de la extinta CAM, hoy Sabadell-Cam. ¿Son todo oficinas?. Parece muchas
plantas y que yo sepa no es Crevillent centro que recoja servicios para otras
poblaciones. Una señoras preguntan por el horario de la misa de la pequeña
iglesia cercana a la plaza de la Cam. Me acerco a leer el cartel que sus
cansados ojos ya no pueden descifrar.
–Obrin a les set i
mitja, és el rosari de l’aurora.
-No, no mosatros volem ana a la misa que es ans del rosari.
Marchan sin despedirse afirmando que el cura vendrá a las
19h. Son las 18’30h y se reúnen con otras personas mayores, algunas con
andadores, que también esperan. En el suelo un folleto sobre San Mateo. Y así
transcurre la vida en el pueblo, entre animales, cartas y misas, niños y
bancales que ven los días pasar.
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