lunes, 8 de diciembre de 2014
CABALLOS Y MALESTAR EN LA CULTURA EN MURCIA
Algunos meses de silencio, vaya usté a saber porque.Mi otro blog y mi otra web cada vez me ocupan menos tiempo, estoy tratando de reestructurar todo un poco. Pero bueno, aquí estamos en la entrada número trece de este más bien poco "barcelonero" 2014. Quizás no sea la última si me animo porque del 10 al 14 de este mes de diciembre daré el salto a Bruselas para visitar el último país de Europa occidental que me falta por ver...con los amigos belgas que tengo y aún sin aparecer por allí, jajaj.
Seguramente envie vuelve porque huelo este viaje...desde que fui a Milán en diciembre 2013 no he salido de Hispania. Parece como si, cuando siento acabar el año, necesitar salir del laberinto ibérico para airearme un poco.
Pero hoy he venido a hablar someramente de una obra que vi en el teatro Circo de Murcia. Parece que, acompañado por mis ansias de revisitar la "otredad", quiero recuperar mi agenda cultura abriéndome a sur: Murcia, Cartagena, Almería quizás en fin de año, veremos. Por otra parte quiero explorar la comarca alicantino-valencia de la Marina, esta otro frontera entre los mundos de Jaume I y de Jaume II.
Pero dejemos la geopolítica histórica y pasaemos a la ya anunciada obra teatral. Se trata de "Equus": http://www.teatrocircomurcia.es/programacion/evento/433/title/EQUUS/categoria/2/temporada/10 una pieza de los 70 representada por una compañía semi-profesional alicantino-valenciana.
En Equus un joven con problemas psiquiátricos ciega una serie de caballos en un establo con un punzón. El psiquiatra que lo trata, verdadero protagonista de la obra a mi entender, intenta entender el por qué de esta absurda acción. Poco a poco va descubriendo las complejas y castrantes relaciones del chico con sus padres: su madre es religiosa y le infunde el temor de Dios. Su padre es algo severo y lo limita, generándole tabúes relacionados con el sexo.
En el trascurso de la terapia el joven va descubriendo también las carencia del psiquiatra: en su normalidad aparente el doctor va comprendiendo que vive una vida anodina, no quiere a su esposa y ha abandonado el deseo...ya no se interesa por la vida ni por el deseo, se arrastra por la existencia curando locos, volviéndolos tan normales y insípidos como él. La fiscal que le trae el caso al doctor insiste: hay que curar al chico, hay que evitar que sufra. Pero...de qué sirve ser normal y no sufrir si no se vive y se muere sin haber tratado de vivir la vida.
Los caballos son los dioses del joven, que los ha fundido en un juego de metáforas esquizoides con un Dios y un padre posesivos, que todo lo ven y le impiden desbocar sus pasiones: cabalgar, hacer el amor salvajemente, correr, desear, desgarrarse en su afán por vivir la vida.
El misterio se descubre al final: cegó a los caballos al no poder soportar su mirada al intentar follar en el establo con una chica. Pero la resolución de enigma no es importante...lo verdaderamente relevante es el dilema que se le plantea al psiquiatra, que observa claramente como la sociedad potencia "el malestar en la cultura" del que hablara Freud para cimentar una convivencia que necesariamente pasa por la represión de las pasiones y deseos viscerales. Represión parcial y necesaria, añado yo...pero esto ya es introducir un componente político y la obra lo deja de lado. Pasamos una buena tarde...Visca Múrcia i Visca el teatre lliure!
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