Segundo de bachillerato, ese antiguo COU. Un curso que, junto a 1ESO, es el que por ahora más me ha marcado en mi trayectoria docente. Fue el segundo año, curso 2007-08, cuando impartí clases en este nivel por primera vez.
Hacía la asignatura de Geografía, un hueso duro, como dice Irene Bebop. Luego, no quiero acordarme cuando, empecé a dar historia de España. Creo que es interesante dar historia de España en Badalona y Mataró...pero también lo es en Alicante, por supuesto.
Fui tutor en el Satorras del Grupo de Bachillerato científico. Había mucho nivel en general y sacaron buenas notas. Discutir sobre el catalanismo con Enic Puigvert, independentista, fue muy interesante.
Pero iba a hablar de 2BAT, ese curso tan intenso. Tema-examen, tema-examen..esa es la dinámica. La rueda infernal no deja de girar, aunque hayas estado de baja por una lumbalgia 3 semanas, como me ha pasado a mi este curso.
Los alumnos son mayores, se pueden explicar cosas complicadas, en historia me lo paso bien, tiro mucho de memoria sin mirar libros y apuntes hago valoraciones matizadas que algunos captan. Como cuando lancé mi metáfora "Un pacte tàcit és un pacte silenciós", dije en Badalona y alguien lo anotó en una mesa, con el nombre de su autor, esto es, yo mismo....
Pero ya me estoy alargando demasiado y tengo que preparar los exámenes de recuperación a la carta de 6 alumnos; escribo desde la sala de profesores. Hoy es 17/5/18 y hoy acabaron las clases de 2BAT. A geografía vinieron unos 8, no tenían dudas. A historia, unas horas más tarde, no vino nadie.
Después de meses intensos de compartir esta insociable sociabilidad profesoral todo se termina. No hay asignatura que 100 años dure, diría en clásico. La sensación es de alivio pero también de vacío...no me gusta que las cosas se terminen por lo general y el curso fue bueno. Franco llegó a morir pero la transición la di en una hoja suelta aunque bien trabada...la mayoría se presentarán al siglo XIX, con su jaleo constitucional. Esperemos que vaya bien, hicimos todo lo posible.
Pues eso...vacío y pre-nostalgia, esfuerzo y final...aunque siempre echa uno una mirada a los de 1ESO, a lo que llevaremos en volandas aún muchos años. Es la primavera y el renacer.
Voy a poner en examen, que quiero ir a comer con el Sansano. Corto y cierro. Adiós segundod de BAT=COU.
Lugar de nacimiento:
Elche
Fecha de nacimiento:
1932
Lugar de muerte:
Crevillent
Fecha de muerte:
2002
Biografía:
Antonia
Antón Román (más conocida como Antoñita en Crevillent) nació en 1932.
Era hija de Carlos Antón Closa, uno de los socios fundadores de la
empresa Hiladora ilicitana, y Dolores Román Macià (Doloretes).
Hija única, pasó su infancia en Elche. Su padre, que hubiera deseado tener un niño, le dio una educación de corte más bien masculino. De él heredó su afición por el fútbol (siempre fue una forofa aficionada del Real Madrid) y su gusto por el tiro, llegando a ganar trofeos en competiciones realizadas en el club Tiro de Pichón de Elche.
Pasó la guerra civil española en la ciudad ilicitana; su padre vivió gran parte del conflicto encarcelado en el barco Rita Syster, que se encontraba en la ciudad de Valencia.
Al finalizar la guerra su padre fue liberado y se dedicó a realizar negocios en el ámbito agrícola, centrando su actividad en el campo de Elche.
Cuando ya era algo mayor Antonia Antón fue escolarizada en Madrid en las monjas irlandesas, lo que le permitió dominar el inglés, algo inusual para las mujeres de su época.
Se casó a los 23 años, en 1953, con el industrial crevillentino Juan Antonio Pérez-Adsuar Candela, hijo del fundador y propietario de la conocida fábrica Alfombras Imperial de Crevillent.
Tuvieron cuatro hijos: Antonio (1954), Carlos (1956), Martín (1960) y Nuria (1961). Antonia fue una ama de casa muy activa, que desarrolló una vida centrada en el activismo religioso, llegando a ser muy conocida y apreciada por toda la gente de Crevillent.
Vivió la religiosidad de manera inconformista, muy centrada en la ayuda al prójimo e impartió numerosas conferencias y cursillos en la localidad. También asistió a su marido Juan Antonio Pérez-Adsuar en labores de traducción, acompañándolo a múltiples viajes al extranjero, sobre todo a Inglaterra y Bélgica, en los que se compraba maquinaria para la fábrica de Alfombras Imperial y se realizaban importantes acuerdos industriales.
Murió de cáncer en 2002 tras una larga lucha con la enfermedad en la que maravilló a todos por la forma optimista y vital con que aceptó su situación. Un importante grupo de destacados crevillentinos han iniciado los trámites para que sea beatificada por la iglesia, hecho que muestra el cariño y afecto que siente por ella el pueblo de Crevillent, con el que se volcó durante tantos años
Hija única, pasó su infancia en Elche. Su padre, que hubiera deseado tener un niño, le dio una educación de corte más bien masculino. De él heredó su afición por el fútbol (siempre fue una forofa aficionada del Real Madrid) y su gusto por el tiro, llegando a ganar trofeos en competiciones realizadas en el club Tiro de Pichón de Elche.
Pasó la guerra civil española en la ciudad ilicitana; su padre vivió gran parte del conflicto encarcelado en el barco Rita Syster, que se encontraba en la ciudad de Valencia.
Al finalizar la guerra su padre fue liberado y se dedicó a realizar negocios en el ámbito agrícola, centrando su actividad en el campo de Elche.
Cuando ya era algo mayor Antonia Antón fue escolarizada en Madrid en las monjas irlandesas, lo que le permitió dominar el inglés, algo inusual para las mujeres de su época.
Se casó a los 23 años, en 1953, con el industrial crevillentino Juan Antonio Pérez-Adsuar Candela, hijo del fundador y propietario de la conocida fábrica Alfombras Imperial de Crevillent.
Tuvieron cuatro hijos: Antonio (1954), Carlos (1956), Martín (1960) y Nuria (1961). Antonia fue una ama de casa muy activa, que desarrolló una vida centrada en el activismo religioso, llegando a ser muy conocida y apreciada por toda la gente de Crevillent.
Vivió la religiosidad de manera inconformista, muy centrada en la ayuda al prójimo e impartió numerosas conferencias y cursillos en la localidad. También asistió a su marido Juan Antonio Pérez-Adsuar en labores de traducción, acompañándolo a múltiples viajes al extranjero, sobre todo a Inglaterra y Bélgica, en los que se compraba maquinaria para la fábrica de Alfombras Imperial y se realizaban importantes acuerdos industriales.
Murió de cáncer en 2002 tras una larga lucha con la enfermedad en la que maravilló a todos por la forma optimista y vital con que aceptó su situación. Un importante grupo de destacados crevillentinos han iniciado los trámites para que sea beatificada por la iglesia, hecho que muestra el cariño y afecto que siente por ella el pueblo de Crevillent, con el que se volcó durante tantos años